La Santa Pena

por Maca Sánchez
Tengo tres penas clavadas en el pecho.
Una por mi madre.
Otra por mi padre.
Y otra por mí.
Cada mañana enciendo tres velas para que al final del día
se me queden las cenizas en el fondo.
Para que la boca no me sepa más a sangre
y mis rodillas, penitentes, descansen.
Tengo tres penas que me pesan en los hombros.
Desde que nací.
Desde que fui mujer.
Y desde que lo supe.
Cada noche me derramo para olvidar
lo que he sembrado,
los jirones de mi pelo y las manchas de mis manos.
Me recojo las suertes y las abrazo, y les canto
en un pozo de agua seca para escucharme
que me tengo a mí
que aún no me he ido.
Tengo tres penas que me acompañan
y me recuerdan lo que fui,
por qué no me he ido,
y adonde miro siempre me alcanzan.